Hablar de ética es recibir la historia de una serie de postulados que en su momento presentó Aristóteles a través del conocimiento del hombre a lo largo de su existencia. Para Aristóteles el ser humano tiene en su haber la idea de la búsqueda de la felicidad y saber qué virtudes debe cultivar.

La ética (del griego éthos) es un conjunto de costumbres que el hombre comienza a aprender en tanto sepa cómo respetar el espacio del otro. En particular, es un ser en cuyas costumbres radica el cómo acercarse a lo nuevo y detectar lo malo de su actuar; pues, no debe perjudicar al otro.

En esto radica la felicidad y las virtudes son actitudes que se cultivan a lo largo de las acciones propias del ser humano en su propio contexto. De allí que el mismo Aristóteles proclama que esas acciones deben analizarse porque la razón debe prevalecer entre lo que se considera bueno o malo para ser feliz.

He aquí dos palabras que continuamente tomarán cuerpo en la Ética del ser: las virtudes y la felicidad. Las primeras son acciones que salen a relucir por el modo de comportamientos buenos en detrimento de los vicios, que son comportamientos malos. La segunda, la felicidad, es posible si el ser respeta el otro y vive en conformación en la toma de las decisiones entre lo bueno y lo malo.

Analizando las decisiones

El libro de “Ética para Nicómaco” escrito por Aristóteles, se afirma que el hombre debe trabajar para la felicidad. Esta debe ser resuelta por el hombre mismo: se es un “buen” o “mal” hombre de acuerdo a sus decisiones. Entonces la felicidad se halla en tanto sea conforme con la función propia del hombre: si es buena se cultiva las virtudes; en consecuencia, existe la felicidad. Pero, si son malas se cultivan vicios; y en consecuencia, no existe la felicidad.

Entonces, para Aristóteles el problema de la felicidad es moral por la naturaleza social del hombre. Existen a partir de la búsqueda de la felicidad dos tipos de virtudes: virtudes éticas y virtudes dianoéticas. Las primeras son de carácter apetitiva y volitiva de la naturaleza del hombre. Es decir, se mueven por los deseos y la voluntad. Las segundas, dianoéticas, son de la razón discursiva entre pensamiento y la actitud inteligencia del alma.

  • Decisiones en las virtudes éticas

El ser humano debe apelar a su carácter (éthos) a través de sus propias acciones por lo que se apetece y se es por voluntad o virtudes éticas. Para ello, Aristóteles apela al análisis de la acción humana por tres aspectos fundamentales: la volición, la deliberación y la decisión.

La volición es lo que conmueve-mueve a voluntad. Es el deseo de conseguir algo que satisfaga el ser en la naturaleza humana. Pero, siempre existe la deliberación (o reflexión-debate) de cómo conseguir lo deseado, para luego tomar la decisión acerca de la acción que se debe emprender para hallar el fin propuesto.

Así, de acuerdo con Aristóteles, lo que mueve a voluntad es el bien. Por lo tanto, deliberar no es lo que se desea, sino que deliberar versa sobre los medios de cómo conseguir eso que es bueno. De allí que el fin propuesto es hallado o se aleja de él.

Si la decisión es correcta, se repetirá constantemente y se automatiza para convertirse en un hábito que se repetirá en situaciones similares. Entonces, se generará una virtud. Si la decisión es incorrecta, pero se insiste en esa decisión, lo que se generará es un vicio y la actitud es incorrecta.

Tanto las virtudes como los vicios son formas habituales de comportamiento. De allí que Aristóteles define la virtud ética como un hábito de decisiones acertadas y conforme a la regla de la elección del “término medio óptimo” entre los extremos.

Aristóteles dice que la virtud ética es “un hábito selectivo” cuya posición intermedia entre los extremos de lo bueno y lo malo, es determinado por la razón y la prudencia.

  • Decisiones en las virtudes dianoéticas

Las virtudes parten del análisis de la razón del alma o dianoia. En otras palabras, todo lo que analizamos es parte del conocimiento que adquirimos desde el modo de pensar interno. Para ello, hay tres funciones que surgen de la razón del alma: función productiva, función práctica y función contemplativa o teórica.

  • La función productiva se refiere al modo de dominar el conocimiento o el arte de hacer las cosas “bien hechas”.
  • La función práctica es aquella actividad de la razón del alma que reflexiona sobre la vida ética y política buscando ser dirigida por la virtud de la prudencia (phrónesis) o razón práctica.

La función práctica es concebida por la experiencia que el hombre tiene sobre asuntos particulares o generales. Y la prudencia es una virtud muy importante para concebir la ética en el hombre. Con la prudencia se refuerza las virtudes éticas.

Ser prudente no es una cuestión de aprender su concepto. Ser prudente se forja con la experiencia de la vida desde los contextos personales, familiares y políticos. Por lo tanto, la prudencia es dianoia en la misma medida en que la razón del alma obliga al hombre actuar con sensatez.

  • Las funciones contemplativas son aquellas relacionadas con el conocimiento científico (gramática, matemáticas, física), cuya virtud es la sabiduría (sophia). La sabiduría determina lo falso de lo verdadero, el bien del mal. Aristóteles considera a la sabiduría como la virtud más elevada. En ella cabe cómo se es capaz de demostrar cada comportamiento del ser en función de explicar entre la verdad o no-verdad de lo que ocurre en la naturaleza humana.

La sabiduría, para Aristóteles, es el verdadero y más alto nivel de felicidad. Con ella, la naturaleza del hombre se transforma si es capaz de adquirir el conocimiento como un bien intangible que procura al mismo hombre excluir los vicios y desarrollar las virtudes éticas. Tener o poseer sabiduría es un placer propio para cada individuo.

Conclusión

La ética es una reflexión práctica que se dirige por la acción cotidiana del ser humano. Es en la actividad humana donde se practica la ética. Si las cosas son buenas, hay virtudes (araté); si son contrarias, serán vicios y alejará al hombre de su propia naturaleza. La esencia de la ética está en hallar la felicidad en las virtudes.