El soneto es la estructura poética que consta de 14 versos de 11 sílabas cada uno, divididos en 4 párrafos, dos párrafos o estrofas de 4 versos y dos párrafos de 3 versos.

 

Ejemplos de soneto

 

  1. Soneto de Pablo Neruda

Matilde, nombre de planta o piedra o vino,

de lo que nace de la tierra y dura,

palabra en cuyo crecimiento amanece,

en cuyo estío estalla la luz de los limones.

 

En ese nombre corren navíos de madera

rodeados por enjambres de fuego azul marino,

y esas letras son el agua de un río

que desemboca en mi corazón calcinado.

 

Oh nombre descubierto bajo una enredadera

como la puerta de un túnel desconocido

que comunica con la fragancia del mundo!

 

Oh invádeme con tu boca abrasadora,

indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos,

pero en tu nombre déjame navegar y dormir.

  1. Soneto de Francisco de la Torre

¡Cuántas veces te me has engalanado,

clara y amiga noche! ¡Cuántas, llena

de oscuridad y espanto, la serena

mansedumbre del cielo me has turbado!

 

Estrellas hay que saben mi cuidado

y que se han regalado con mi pena;

que entre tanta beldad, la más ajena

de amor tiene su pecho enamorado.

 

Ellas saben amar y saben ellas

que he contado su mal llorando el mío,

envuelto en los dobleces de tu manto.

 

Tú, con mil ojos, noche, mis querellas

oye y esconde, pues mi amargo llanto

es fruto inútil que al amor envío.

  1. Soneto de Rubén Darío

Es algo formidable que vio la vieja raza;

robusto tronco de árbol al hombro de un campeón

salvaje y aguerrido, cuya fornida maza

blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

 

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,

pudiera tal guerrero, de Arauco en la región

lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,

desjarretar un toro, o estrangular un león.

 

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

 

«¡El Toqui, el Toqui!», clama la conmovida casta.

Anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,

e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.

  1. Soneto de Garcilaso de la Vega

Escrito está en mi alma vuestro gesto

y cuanto yo escribir de vos deseo

vos sola lo escribisteis; yo lo leo

tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

 

En esto estoy y estaré siempre puesto,

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.

 

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma misma os quiero.

 

Cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he doy la vida y por vos muero.

  1. Soneto de Antonio de Solís

Cielos, ¿después de tantos daños, éste?

¡Pobre de mí, Milán amilanada,

más que a polvos, a versos apestada,

que habrá soneto que a la peste apeste!

 

Aquí de Dios, poetas, turba agreste:

¿no me bastaba estar polvorizada?

Amainad, amainad la sonetada,

que, mal por mal, me quiero más mi peste.

 

Piedad, oh peste de segunda mesa;

menos rigor, que ya de peste pasas

y no hay acá san roques de concretos.

 

La otra cesó ya, y ésta no cesa;

¡Ay de mí, que del fuego di en las brasas!

¡Ay de mí, que de peste di en sonetos!

  1. Soneto de Juan Boscán

Dulce soñar y dulce congojarme

cuando estaba soñando que soñaba;

dulce gozar con lo que me engañaba

si un poco más duraba el engañarme;

 

dulce no estar en mí, que figurarme

podía cuanto bien yo deseaba;

dulce placer, aunque me importunaba

que alguna vez llegaba a despertarme.

 

¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso

me fueras si vinieras tan pesado

que asentaras en mí con más reposo!

 

Durmiendo, en fin, fui bienaventurado;

y es justo en la mentira ser dichoso

quién siempre en la verdad fue desdichado.