Retrato

El retrato es una figura retórica en la que se expresa de forma conjunta una serie de características y cualidades físicas e internas de una persona a la que se está tratando de referir.

Es una combinación de atributos y rasgos de carácter físico y psicológico de la persona; esta figura literaria se puede considerar entonces como una combinación de otras figuras literarias que son la prosopografía y la etopeya, siendo la primera aquella que se encarga de expresar rasgos físicos de una persona y la segunda la que se encarga de describir los rasgos internos y psicológicos. Esta figura corresponde al grupo de figuras de pensamiento.

El retrato se puede encontrar con frecuencia en las adivinanzas y refranes, aunque puede ser usada en otros contextos. Por otro lado se puede definir al retrato también como una expresión artística en la cual a través de la pintura, escultura, fotografía u otro medio artístico se muestra a una persona, objeto o paisaje, siendo en este caso una representación precisa del elemento en cuestión.

Ejemplos de retrato

  1. El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había sido toda su vida, y ya tenía cerca de cuarenta años. Sin embargo, pocos hombres tan simpáticos y agradables habrá echado Dios al mundo. Luego venía la voz, vibrante, elástica, atractiva. Llegaba después lo que aquella voz decía: todo oportuno, discreto, ingenioso, persuasivo.
  2. Mi padre se llamaba Esteban Duarte Diniz, y era portugués, cuarentón …  y alto y gordo como un monte. Tenía la color tostada y un estupendo bigote negro que se echaba para abajo. … Era áspero y brusco y no toleraba que se le contradijese en nada, manía que yo respetaba por la cuenta que me tenía. (Camilo José Cela)
  3. Aunque había cumplido ya cincuenta y tres años, estaba tan bien conservado, que parecía mucho más joven. Era alto, enjuto de carnes, ágil y recio; con poquísimas canas aún; atusados y negros los bigotes y la barba […] Hombre de amenísima y regocijada conversación, salpicada de chistes, con que hacía reír sin ofender mucho ni lastimar al prójimo…
  4. “Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda: y así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dió priesa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera (…)”.
  5. «El Solitario. Esta mujer extraordinaria servía a un amo que era su polo opuesto. Vivía enfrente de casa; era un señor silencioso y limpio; se acompañaba siempre de dos grandes perros; le gustaba plantar muchos árboles…»
  6. «Madame Bovary.Era un chico de campo, de unos quince años, y más alto de estatura que cualquiera de nosotros.Llevaba el pelo cortado sobre la frente, como un chantre de pueblo, y parecía formal y muy azorado.Aunque no fuera ancho de hombros, su casaca de paño verde con botones negros debía de molestarle en las sisas y dejaba ver, por las vueltas de las bocamangas, unas muñecas rojas habituadas a ir descubiertas»
  7. “Buen mozo, petulante, de los que hacen resonar las espuelas, con unas patillas unidas al bigote, los dedos siempre cubiertos de sortijas y vestido de llamativos colores, tenía trazas de bravucón y la animación fácil de un viajante de comercio. Una vez casado, vivió dos o tres años de la fortuna de su mujer, cenando bien, levantándose tarde, fumando en grandes pipas de porcelana, no volviendo a casa por las noches hasta después del teatro y frecuentando los cafés”.
  8. “Hermosa sin los amaños
    de enfermizas vanidades,
    tiene unos ojos castaños
    con un mirar sin engaños
    que infunde tranquilidades.
    Sencilla para pensar,
    prudente para sentir,
    recatada para amar,
    discreta para callar,
    y honesta para decir”
    (“La Montaraza” de José María Gabriel y Galán).
  9. “Como un árbol en la costa de los limones
    llevabas tus pequeños senos leves
    hacia adentro del murmullo de su sangre
    de aquel dios.
    Y era tan esbelto
    fugitivo, el que mima a las mujeres.
    Dulce y ardiente, cálido como tu pensamiento,
    cubriendo con su sombra tu flanco juvenil
    e inclinado como tus cejas”.
    (“Sepulcro de una muchacha joven” de Rainer Maria Rilke)
  10. Zaida era una mujer de temple, con actitud fuerte, personalidad extravagante que a muchos enamoró. Una mujer de estatura promedio con modos bastante peculiares.